- Las lechugas siguen un ciclo comprensible: una vez plantadas, crecen, y al cabo de unos días puedes comértelas. Eso es todo. No hay cabida para la incertidumbre. Recoges lo que siembras, como ha de ser- dijo.
Desde entonces sigo dándole vueltas.
Nunca he tenido dioses, y está vacía la silla de mi juez. No creo más que en lo que creo a oscuras y rara vez asumo la certeza. Por eso nunca he sentido especial inclinación por la lechuga. Y tal vez, también por eso, hace tiempo me embarqué en una incierta travesía de olas altas y círculos abiertos.
En uno de esos círculos me encontré con Karl Marx que liaba un cigarrillo con aires revolucionarios. Me explicó, mientras lloraba, que siempre ha habido clases, y que sólo el lumpenproletariado, informe, improductivo y regresivo, era capaz de soñar con libertad. Aventureros, artistillas, jugadores, escritorzuelos, licenciados, opositores.Qué anticuado- pensé. Qué bohemio- dije.
En otro de los círculos, conocí a Zygmunt Baumann, nadando al salir el sol por donde se desmorona el verano. Me explicó, mientras lloraba, cómo han cambiado las cosas. El ritmo-dijo-está en el agua. Y el agua, un día, acabará por mojarlo todo. El sexo, el arte, el miedo, el odio, la memoria. Qué madrugador- pensé. Qué lúcido-dije
Nunca he tenido dioses, ni una especial inclinación por las lechugas. Sigo siguiendo a tientas incertezas y de un tiempo a esta parte creo no haberlas encontrado.
¡Lechuguina circular y certera! ¡el ir y venir con Zyggy al altervolante y Marx en el revoluasiento de atrás! ¡clap!, ¡clap!, ¡clap!
ResponderEliminarMientras la bohème errante deviene modernidad líquida, el ermitaño iluminado cavila en su montaña: para un perseguidor del mañana, la siembra no vale nada hasta que puede comer la lechuga; para un morador del camino, la siembra es la lechuga.
ResponderEliminary yo que creía que las lechugas fueron lo mismo que nuestros cereales..
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