
Hoy, cuando me desperté, tenía casi veinticinco y casi treinta años y tenía sed y dolor de garganta. En el jardín no había escarcha, ni helada, ni rocío, no salía el sol por ningún lado, tampoco llovía ni soplaba el viento... no parecía invierno, ni navidad, ni treinta de diciembre. Parecía aquella fecha del golpe de Tejero visto por la tele años después, o aquella otra de la Revolução dos cravos, o el momento justo antes de una tormenta, o de una guerra, o de un estornudo... y además, las nubes parecían muertas. Nada se movía: ni las hojas de los árboles, ni el perro ni el gato. Tenía casi treinta años cuando no pasé de veintiocho.
te entiendo perfectamente. yo también fui un árbol que estornuda.
ResponderEliminar¡Toma castaña! ¡Cof cof!
ResponderEliminarNada se mueve, los meses ya no son solo cosa temporal, son también cosa espacial. Y si en octubre desaparece la distancia, en septiembre se paran los relojes. TOMA MIEL.
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